Historia de la Rondalla

Rondalla
Tenemos constancia de que, desde hace muchos siglos, la música ha estado muy arraigada en la vida y en las costumbres de Colmenar de Oreja, y la afición a ella se ha manifestado de muy variadas formas. A las jotas, seguidillas, villancicos, coplas y coplillas, todas populares y propias de Colmenar de Oreja, ideadas e interpretadas por los colmenaretes desde tiempos remotos y que han llegado hasta nuestros días, hay que unir la afición por el flamenco, la zarzuela y por la música coral religiosa. Unas veces en plena calle, otras al abrigo del magnífico teatro Diéguez, y otras tantas en la iglesia de Santa María La Mayor, la música ha estado presente en la vida diaria de nuestra ciudad, en las fiestas, en navidad, durante las labores del campo, en bares y tabernas, en festivales o en celebraciones familiares. Fruto de esta afición salieron de entre nosotros notables intérpretes y compositores y, lógicamente, agrupaciones musicales, tanto de viento y percusión como de cuerda.
 
De esta, de la Orquesta de Cuerda, sabemos que ya existía una a finales del siglo XIX, y estaba integrada por siete guitarras y cinco bandurrias, de la que formaban parte Salvador Fernández Zamorano, Agustín Hurtado Gaitero y Ángel Velasco, que algún tiempo después dirigió una orquesta de este tipo en el Ministerio de la Guerra. Estas primeras orquestas de cuerda interpretaban tanto la música popular de Colmenar de Oreja, como valses, chotis, polcas, pasodobles, mazurcas, jotas, marchas militares, etcétera, y se formaban siempre con la iniciativa de algún maestro que tomaba a su cargo alumnos que iban a su casa para recibir clases de laúd, bandurria o guitarra.
 
Con baches más o menos prolongados, nunca desaparecieron las agrupaciones de cuerda, que tomaron nuevo impulso en la década de los cuarenta del siglo XX tras la intervención de la Sección Femenina y la formación de los Coros y Danzas de Colmenar de Oreja, que integró a una pequeña rondalla para dar música a las canciones y a los bailes populares de la ciudad, y se mantuvieron activos hasta los principios de los años setenta del pasado siglo, si bien, y de manera espontánea, son capaces de reunirse todavía para algún evento especial.
 
Y bajo el patrocinio del Ayuntamiento, que cedió una habitación en la Casa de la Cultura, y con Antonio Benito Alonso como maestro, nació en la década de 1990 la actual Rondalla de Colmenar de Oreja, que incorporó a personas mayores que cuarenta o cincuenta  años antes habían aprendido a tocar la bandurria, el laúd o la guitarra, y mantenían viva aún la afición por la música. Éramos, pues, diez jubilados, o a punto de serlo, de Colmenar de Oreja, a los que se unieron también cuatro aficionados de Morata de Tajuña y uno de Villarejo de Salvanés, lo que conformó una rondalla de 15 personas.
 
Comenzamos como si volviéramos a aprender a tocar, a excepción de Antonio el maestro, su sobrino Ángel y José María que dominaban ya con extraordinaria soltura su instrumento. Los ensayos se prolongaron durante mucho tiempo hasta que, vencidas las dificultades propias de la falta de práctica y de la edad, logramos que la rondalla sonara decentemente y se nos pudiera oír.
 
Así es que, con un repertorio suficiente, empezamos a actuar en todos los actos y sitios donde éramos invitados: fiestas de barrio, hermandades, teatros, residencias, casas de cultura, o para las bodas de oro de nuestros convecinos que anualmente organiza el Ayuntamiento de Colmenar de Oreja.
 
Llegamos, pues, a un momento en el que alcanzamos un buen nivel de interpretación, de tal manera que a uno de los músicos se le ocurrió decir que tocábamos mejor que nunca, frase que tomamos como ejemplo y estímulo, por lo que la repetíamos en cualquier ocasión.
 
Tanto los ensayos, pero, sobre todo, las actuaciones en público, han sido momentos para pasarlo estupendamente, hasta el punto de que también nos reuníamos para celebrar nuestros cumpleaños, con comidas o meriendas en nuestra academia o en las casas particulares de cada uno, lo que fortalecía el espíritu de camaradería entre todos.
 
Pero no tardó mucho tiempo en llegar lo inevitable: las enfermedades, incapacidades y la muerte de alguno de nuestros compañeros. Seis se nos fueron ya, pero ahora les recordamos con afecto y cariño. Estos son sus nombres: Timoteo Bernardino, Pepe Cámara, Antonio Díaz, Marcos Saiz, Florentín Reyeros y Evaristo Donoso. Que en paz descansen.
 
Afortunadamente, en los últimos años se han ido incorporando nuevos miembros, más jóvenes, que se han adaptado muy bien y son la esperanza y el futuro de la rondalla.
 
Dios quiera que la Rondalla dure mucho tiempo, tanto por el bien que le hace a quienes forman parte de ella, como por el bien que representa para la ciudad, pues mantiene la tradición musical y conserva y guarda canciones que, de otra manera, desaparecerían para siempre y son parte del patrimonio artístico y cultural de Colmenar de Oreja.